Te contaré un momento muy especial que marcó mi vida en la práctica de yoga y para bien por supuesto.
Hace algunos años, yo realicé un intensivo de yoga estilo Rishikesh y en este intensivo tuve una maestra y yoguini extraordinaria no solo por sus conocimientos sino por su forma de ser y de compartir sus conocimientos con nosotros, su nombre es Narayani.
Cada día cuando llegaba a clase su cara era una cara de alegría, y todo su cuerpo y su voz reflejaba la alegría del que comparte, toda ella es alegría, paz y conocimiento de yoga.
Pues bien en la ceremonia de entrega de diplomas sucedió algo muy especial para mí.
Cuando recibes un diploma de yoga, lo debes hacer con ambas palmas mirando hacia arriba, como si tus manos fuesen una bandera, y la simbología de este gesto es un compromiso.
Igual que has recibido el conocimiento, un conocimiento muy valioso de yoga que un maestro ha compartido contigo, del mismo modo debes compartirlo con los demás. No debes ser la puerta que encierre ese conocimiento, sino el camino a través del cual el conocimiento recibido llegará a otros.
Este compromiso simbólico fue el que marcó un antes y un después en mi vida con respecto al yoga.
Lo que había recibido era tanto para mí, es decir el conocimiento a través de sus clases fue un descubrimiento maravilloso, y desde luego en ese instante entendí ese compromiso, no podía quedarme con ese conocimiento solo para mí.
Debía darlo a conocer a aquellos que lo quisieran. En ese momento decidí que debía hacerme profesora de Yoga.
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